Antiguamente, no cualquiera ingresaba a Machu Picchu. La sacerdotisa Payán se ubicaba a la entrada de la ciudad sagrada, por el Camino del Inca, y con una simple mirada determinaba quién estaba preparado para entrar y quién no.
En ese sentido, no han cambiado las cosas. A la recóndita Ciudad Perdida de los Incas, en Perú, sólo se llega en "peregrinación", ejercitando el corazón para "ver" lo que es invisible a los ojos. De lo contrario, sólo se encontrarán las ruinas de una gran civilización.
Al entrar al complejo Machu Picchu por unos modernos molinetes -que no dejan pasar más de 500 personas por día- todos los malestares físicos y las complicaciones del viaje desaparecen como por arte de magia. Los Apus o Guardianes (las montañas) parecen estar esperando al visitante, que es recibido con una caricia de brisa fresca.
¿Por qué se siente uno tan bien en ese lugar? "Porque los maestros crearon este centro religioso en base a la geometría sagrada. Machu Picchu es un gran mandala en movimiento, cuyos triángulos, rombos y cilindros van cambiando y vibrando de un modo especial. Es energía positiva que trabaja en espirales, en ondas, vibrando de acuerdo con el momento de cada persona, como si fuera un cuerpo humano, muy complejo", explica el chamánGermán Santos Miranda Miranda, hundiendo su mirada oscura y brillante en los ojos de cada peregrino que lo escucha.
Por las caminerías, como si fueran hormigas, se ven jóvenes y viejos subir o bajar los miles de escalones de piedra sin demostrar mucho esfuerzo. Aunque es invierno, el sol obliga a sacarse la campera. Quien no se ha puesto pantalla solar siente que le arde la nariz, pero nadie se detiene porque a las cinco de la tarde se cierran las puertas.
Montaña vieja
Nadie sabe cuál era el nombre de la Ciudad Perdida. Hace 100 años, cuando Hiram Bingham la descubrió gracias al dato que le dio un campesino a cambio de un sol (la moneda peruana), sólo se le ocurrió bautizarla Machu Picchu, que en quechua significa "montaña vieja", porque era la más baja del cordón montañoso, es decir, la más antigua.
Machu Picchu es mucho más que eso. Es un centro de formación espiritual, donde la energía vibra en cada piedra. "Tiene siete centros de poder que corresponden a los siete chakras (ahora se descubrió que son nueve) que recorren la columna vertebral desde la cabeza hasta el final", ilustra el chamán. Las estrellas de Hollywood buscan este lugar para energizarse. LA GACETA, que viajó en el grupo conducido por el guía espiritual Roberto Pérez, casi se cruzó con el actor JimCarrey.
¿Qué se siente ? La cordobesa Marita Herlein toma aire y responde: "energía ..., mucha energía que palpita en los santuarios, que se mete en nuestras células, que te hermana con la naturaleza, te une al ser supremo, te invita a la comun-unión con todo lo creado..."
Aún hoy los habitantes del Perú suelen dejar su acullico de coca como ofrenda a la Pachamama. Germán advierte al grupo: "no se preocupen, también a ustedes, peregrinos, la Madre Tierra los reconoce al andar por el aliento".
Fuente: La GACETA
Autor: Magena Valentié
No hay comentarios:
Publicar un comentario