Este lunes inicia sus labores de inspección una misión de la UNESCO enviada al Santuario Histórico de Machu Picchu, en Perú. El Comité del Patrimonio Mundial ha manifestado preocupación por el estado de conservación del sitio arqueológico y su entorno natural, con más de 30,000 hectáreas que albergan, además de una valiosa biodiversidad, otras zonas arqueológicas de gran importancia.
La notable ciudadela, una joya de la arquitectura inca cuya construcción se inició alrededor del año 1450, había permanecido escondida en la densa selva durante siglos hasta que, en 1911, el explorador estadounidense Hiram Bingham se topó con ella y, apoyado en parte por National Geographic Society, la dió a conocer al mundo.
En 1983, a partir de una eficaz iniciativa del gobierno peruano, la UNESCO incluyó el Santuario Histórico de Machu Picchu en la Lista del Patrimonio Mundial, con la categoría de sitio mixto, ya que combina bienes culturales y naturales de excepcional valor universal.
A casi 35 años de haberse creado la lista y con 830 sitios inscritos, el Programa del Patrimonio Mundial sigue velando celosamente por los tesoros del planeta. En esta ocasión, la misión enviada a Perú, encabezada por representantes del Centro del Patrimonio Mundial de la UNESCO, también contará con la participación de delegados de la Unión Mundial para la Naturaleza y del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, quienes permanecerán en Machu Picchu del 24 al 30 de abril y se entrevistarán con representantes de las comunidades locales y funcionarios gubernamentales.
En dichos encuentros se evaluará el progreso de las estrategias de conservación, así como distintos aspectos de la situación del sitio, que incluyen el desenfrenado desarrollo urbanístico del pueblo de Aguas Calientes, situado al pie de Machu Picchu, las repercusiones de la construcción de un puente de concreto en el camino que conduce a la ciudadela inca y el consiguiente aumento de tránsito hacia el santuario, así como los planes para incrementar la infraestructura turística en la zona protegida.
Construida a más de 2,400 metros de altura sobre un paisaje accidentado lleno de cumbres y precipicios, la ciudadela de Machu Picchu está expuesta a un constante deterioro debido a su ubicación sobre una zona excesivamente inclinada y constantemente erosinada por las lluvias. Ya ha sido víctima de desprendimientos de tierras e incendios, lo que ha provocado pérdidas humanas y del medio ambiente.
Otra gran amenaza es el turismo. En reiteradas ocasiones, la UNESCO ha recomendado que la ciudadela no sea saturada con visitantes. Ahora, el polémico puente provocará que la cifra de turistas que entra diariamente a la zona arqueológica se multiplique, lo que tendrá repercusiones en la capacidad de carga del sitio. Asimismo, los expertos consideran que el tránsito indiscriminado de vehículos podría ser perjudicial para Machu Picchu y su zona de amortiguamiento; pondría en riesgo a diversas especies de aves y mamíferos, como el oso de anteojos y el venado enano, además de una gran variedad de orquídeas.
Si bien la designación de un sitio como patrimonio de la humanidad significa un reconocimiento que otorga prestigio y enorgullece a sus habitantes, este orgullo no siempre se ha traducido en acciones integrales de conservación. Por ello, los miembros de esta misión a Machu Picchu, en colaboración con las autoridades peruanas, organizarán una serie de talleres dirigidos a representantes de la sociedad civil y de instituciones locales, regionales y nacionales. El objetivo es incrementar la participación de las comunidades locales en la gestión y conservación del sitio.
Las conclusiones de la evaluación se presentarán en la próxima sesión del Comité del Patrimonio Mundial, prevista para el mes de julio en Christchurch, Nueva Zelanda.
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