En la tradicional feria artesanal del Santuranticuy —anualmente celebrada las vísperas de Navidad en la Plaza de Armas del Cusco— una imagen sobresale: un pequeño niño con una espina clavada en el pie y que, sentado, muestra la planta perlada por gotas de intensa sangre roja. Es el tradicional Niño de la Espina, conocido también como el Manuelito de la Espina.
¿De Vilcabamba?
Según recuerda el padre Luis Enrique, prior del convento de los Dominicos del Cusco, la versión más popular es la que atribuye su origen al pueblo cusqueño de Vilcabamba, a fines de la Colonia y los albores de la República. Dice la tradición que había un niño en aquel pueblo que siempre jugaba con los niños campesinos, tanto que a veces provocaba que sus padres les reprendieran. En uno de esos juegos, el niño se clavó una espina en el pie descalzo y cuando sus compañeritos le sacaron la púa se convirtió en el Niño Jesús.
Distintas versiones
Otra versión dice que fueron los padres de los niños quienes, al querer atrapar al niño retozón, provocaron que se pinchara el pie. Al transformarse en el Niño Jesús, los pobladores hicieron una imagen de él y la llevaron a la iglesia de Vilcabamba.
Otra historia sostiene que fueron los padres de los otros chicos que, molestos, regaron el atrio del templo con espinas para evitar que este niño jugase allí. Al hincarse ocurrió su divina transformación.
Gran devoción
En Vilcabamba hay un Santuario del Niño de la Espina. Su devoción es tan popular en el sur andino, que no hay artesano que no fabrique una de estas imágenes. Hasta el Museo de Artes y Tradiciones Populares del Instituto Riva Agüero tiene una de estas bellas iconografías, de la factura del artesano Emilio Follaza. Este niño está fabricado en pasta policromada con un acabado llamado “encarne”, que simula la piel humana. Tiene una vestimenta tradicional cusqueña, en bayeta, con chumpi (faja) y chuspa (bolso). La silla donde está sentado es labrada.
No uno sino varios Niños
Walter Flores es uno de los artesanos del Cusco más reputados en la elaboración de esta imagen. Sus padres le contaron que el milagroso suceso ocurrió en Písac, y que el niño en cuestión, tras jugar con sus amiguitos campesinos y pisar la espina no sangró sino que se transformó en la imagen sacra. Él, ahora, elabora estos Niños de la Espina no solo para la feria del Santuranticuy, sino que hasta los exporta a España, Italia y Bolivia. Una de sus imágenes, en la que el niño parece tener trece años, está en un templo de Tacna.
El padre Luis Enrique anota que existe un Niño de la Espina, también de unos doce o trece años, pintado por el español Francisco de Zurbarán en 1630. En el óleo, que tiene una altura de 1,28 metros por 85 centímetros, el Niño se ha pinchado una mano al fabricar una corona de espinas, simbolizando el futuro que le espera.
Este lienzo es admirado por la técnica usada para pintar la túnica, que muestra muchos pliegues. El padre Luis Enrique piensa que una de las posibles explicaciones es que el Niño de la Espina cusqueño sea una andinización de la versión europea.
El Niño Manuelito
El prior de las dominicos cusqueños cuenta también que esta imagen tiene unas 25 a 30 versiones diferentes en el Cusco. Las más famosas salieron de las manos de los artesanos Mendívil u Olave. En una de las imágenes el Niño presenta correajes y cadenas porque su Madre se las puso para evitar que jugase tanto o para que no se escape, por tan travieso que era.
La explicación que señala que el Niño de la Espina es parte de los Manuelitos sería solo una asociación por la edad de la imagen. Como se sabe, los Manuelitos tienen su origen en el poblado de Mahuayani, Cusco, vinculados a los niños pastores, y este se cruza, incluso, con la tradición del Señor del Qoyllur Ritti, definitivamente otro rito, aunque también proveniente del imaginario campesino de la zona.
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