El 24 de julio de 1911, el explorador norteamericano Hiram Bingham localizó las ruinas de Machu Picchu, una espléndida ciudad inca entre los abruptos macizos andinos al sur de Perú. Más de cien años después, aún se desconoce su función originaria.
Machu Picchu se comenzó a construir a mediados del siglo XV, en tiempos de Pachacuti, el primer gran soberano del Tauhantinsuyu, el Imperio incaico, que floreció durante el apogeo de esta civilización.
La ciudad fue erigida, habitada y abandonada en menos de cien años.
Esta enigmática localidad ha sido descrita como una residencia de descanso del emperador o como un centro político, religioso y administrativo. Pudo haber sido un centro sagrado, un lugar privilegiado para la iniciación de los expertos rituales incas. En todo caso, su función defensiva habría sido sólo secundaria a juzgar por la proporción y calidad de su arquitectura religiosa.
En abril de 2010, David Crespy, un ingeniero francés afincado en Barcelona, realizó una visita turística a Machu Picchu. Las intensas lluvias que se registraron ese año colapsaron las vías de acceso y le obligaron a permanecer tres días en la ciudad inca. «Tuve bastante tiempo para recorrerla. El segundo día me llamó mucho la atención un detalle que observé en uno de los edificios, una clara discontinuidad en la fachada del mismo. Parecía una puerta que había sido tapada», explica David Crespy a National Geographic.
«Entre otras cosas, me extrañó que la función de aquel imponente edificio se localizara únicamente en su parte superior [una terraza a la que pueden acceder los turistas]. Me fijé también en la disposición de unas rocas de gran tamaño que parecían enmarcar una entrada y en las piedras de relleno situadas detrás de la primera línea de piedras talladas, que bloqueaban la entrada, y que daban la impresión de haber sido colocadas con rapidez y sin el orden tradicional que rige en todas las construcciones de Machu Picchu», añade.
A continuación se puso en contacto con distintos reponsables del sitio arqueológico, a quienes notificó su descubrimiento. Nadie parecía haber reparado en ese misterioso vano. Mostraron interés. Se intercambiaron los correos electrónicos y ahí se acabó todo. «Nunca me había interesado mucho la arqueología... ¿Cómo es posible que nadie se hubiera dado cuenta? Ahora, en cambio, cuando muestro las fotografías del edificio y la puerta, a todo el mundo le parece evidente que se trata de una entrada tapada», comenta.
A finales de agosto de 2011, David Crespy leyó por casualidad un artículo en la página web del diario francés Le Figaro que hacía referencia a Machu Picchu y a las investigaciones que realizaba en la selva peruana un arqueólogo francés, Thierry Jamin, presidente de la ONG Instituto Inkari-Cusco. Se puso en contacto con él y éste se interesó enseguida por la descripción detallada del descubrimiento. Desde entonces, Thierry Jamin ha dirigido el proyecto de investigación, que se ha topado con diferentes obstáculos.
«Desde 1998 dedico mis investigaciones a la presencia permanente de los incas en la selva amazónica, el Antisuyo. Uno de los objetivos principales consiste en localizar el Paititi, la mítica ciudad perdida de los incas. También me interesa el estudio de la qellcca, la escritura perdida de esta civilización. En los últimos años hemos encontrado decenas de magníficos complejos arqueológicos al norte del departamento de Cuzco: ¡Fortalezas, necrópolis y ciudadelas completas! Pensamos que la ciudad principal, la que controlaba este territorio, no está tan lejos de nuestra zona de investigación», explica Thierry Jamin a Historia National Geographic.
«Cuando recibí el primer mensaje de David pensé que era uno de esos iluminados que siempre me escriben sobre temas esotéricos. Hablaba de una puerta visible pero invisible, algo un poco confuso. Pero cuando me envió las fotografías de esta supuesta puerta cambié de opinión, no me lo podía creer. Además, sus explicaciones ulteriores eran muy claras y muy lógicas, pensé que podía confiar en su testimonio», añade.
Después de visitar Machu Picchu en varias ocasiones, Thierry Jamin regresó a Cuzco, donde reside durante todo el año, convencido de que se trataba de un «vano de acceso» que conducía a una cavidad funeraria o a un mausoleo. Pero sus sospechas van más allá.
«La idea de que este edificio puediera ser una sepultura real, la tumba de Pachacuti, me vino rápidamente a la mente: el edificio domina todo el sector urbano y está localizado a 20 metros de la entrada principal de Machu Picchu. Además, de acuerdo con las tradiciones y según varios arqueólogos como el peruano Guillermo Lumbreras o la historiadora española Carmen Martín Rubio, el noveno soberano inca, fundador del Tauhantinsuyu, fue inhumado en Machu Picchu. El vano de acceso o puerta que localizó David Crespy podría corresponder a la entrada a la tumba de Pachacuti», asegura.
Thierry Jamin explicó su hipótesis a varios arqueólogos de confianza que trabajaban para el Gobierno Regional de Cuzco o de Lima y su opinión fue unánime: se trataba de una entrada a un sitio funerario. Un arqueólogo madrileño, Daniel Merino, ha participado desde entonces en el proyecto como especialista en contextos funerarios. Anteriormente había trabajado con prestigiosos arqueólogos como el peruano Walter Alva, quien descubrió la tumba del Señor de Sipán en 1987.
«Tras un primer contacto con la ciudadela no lo dudé, se trataba de un contexto funerario. Gracias al trabajo de campo realizado el pasado mes de abril, hemos podido comprobar nuestra hipótesis», explica a Historia National Geographic.
Efectivamente, en abril de 2012, tras recibir el permiso pertinente por parte del Ministerio de Cultura de Perú, Thierry Jamin y su equipo emprendieron la primera fase de exploración –y no de excavación– mediante la utilización de georadares, con el fin de detectar estructuras u objetos por debajo del nivel del suelo o, en este caso, de la terraza del edificio.
«Los resultados fueron increíbles. Detectamos la presencia de varias gradas, situadas un metro por detrás de la entrada, además de la presencia de metal en las gradas, tal vez objetos funerarios dentro de hornacinas. Estas gradas conducen a una gran cámara de forma cuadrangular. Los georadares detectaron la presencia de más de una decena de cavidades, algunas más pequeñas, tal vez sepulturas de niños, además de varios depósitos de material no ferroso: oro y plata.», afirma Thierry Jamin.
En mayo de 2012 entregaron a las autoridades peruanas un nuevo proyecto para retirar las piedras que bloquean la entrada al supuesto recinto funerario. Sin embargo, el Ministerio de Cultura le ha negado el permiso en reiteradas ocasiones y el proyecto se ha estancado.
«Es un asunto delicado, ya que podría tratarse de un hallazgo muy importante y casi se ha convertido en un asunto de Estado. Varios responsables de los ministerios competentes nos explican que hay políticos que prefieren que sean arqueólogos peruanos quienes realicen la apertura, aunque nuestro grupo está compuesto por un 90% de profesionales de este país. Estamos esperando la respuesta oficial... Podría tratarse de la tumba más grande de todos los incas, de Pachacuti, que es el Napoleón o el Julio César de la civilización inca», argumenta.
El tema ha levantado una gran expectativa mediática en Perú. David Ugarte, director del Instituto Regional de Cultura de Cuzco, aseguró en declaraciones que recoge el diario peruano El Comerci, que no hay pruebas suficientes para emprender una excavación arqueológica, sino que simplemente existe «la intuición de estos señores buscadores de tesoros».
El diario explica también que la hipótesis del equipo de Thierry Jamin ha sido rechazada incluso por el propio Guillermo Lumbreras, uno de los mayores especialistas sobre Machu Picchu. «Ese lugar fue sumamente saqueado durante la Colonia e inicios de la República, cuando Bingham lo descubrió ya había sido incendiado más de una vez», afirma el arqueólogo.
Las autoridades también han señalado que el proyecto de Jamin no cuenta con un sustento histórico, que «esto sólo refleja y nos confirma que su único interés es encontrar tesoros ocultos sin tener el mínimo conocimiento sobre la conservación de una importante estructura arquitectónica» y que la difusión de semejante proyecto podría provocar el saqueo en la zona arqueológica.
Por otro lado, el arquitecto Víctor Pimentel, una eminencia en el campo de la conservación y presidente honorario del Comité Peruano del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS), ha defendido, en el programa televisivo Cuarto Poder del canal América Televisión, la factibilidad de realizar una intervención arqueológica en el vano de acceso: «Me extraña que no se secunde esa labor (...) de estos supuestos –insultantemente dicho– buscadores de tesoros, que son investigadores que quieren coayudar en una investigación seria como es abrir un vano que actualmente está tapiado».
¿Se trata de un proyecto quimérico exento de pruebas científicas o de un descubrimiento clave en la historia de la arqueología andina? ¿Esconde Machu Picchu algún tesoro o sólo permanecen las ruinas de este magnífico santuario de los incas? El debate arqueológico sigue abierto.
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