jueves, noviembre 24

Machu Picchu, centro de energías


Los aficionados a los asuntos esotéricos no es que tengan mucha imaginación. Es que tienen muy poca. No son capaces de apreciar la realidad y necesitan hinchar patrañas, a modo de dopaje mental, para entusiasmarse por algo.

Las investigaciones arqueológicas de Machu Picchu reconstruyen con detalles fascinantes la historia de los incas que levantaron esta ciudadela, de qué regiones vinieron, qué oficios desempeñaron, cómo se organizaron, qué tecnología desarrollaron, en qué creían, qué comían, cómo se vestían, cómo pasaban los días, por qué abandonaron el lugar.

Solo las explicaciones sobre la ingeniería hidráulica y la enorme estructura subterránea de Machu Picchu –un sofisticado sistema de canales, terrazas y drenajes que permitieron la pervivencia de la ciudadela incluso durante cuatro siglos de abandono- son mucho más asombrosas que todas las paparruchas de quienes no encuentran suficiente interés en la realidad: prefieren decir que es el centro de la energía espiritual del mundo (ese centro telúrico, dicen, se ha desplazado desde el Tíbet y permanecerá en Machu Picchu dos mil años), que sus piedras están cargadas de energías positivas, que es un punto de contacto con nuestros hermanos mayores del cosmos, que los incas levantaron los edificios de piedra usando misteriosos poderes mentales, que en realidad los dioses incas no son otra cosa que la representación de los extraterrestres que construyeron esta ciudadela…

Esas explicaciones paranormales, además de bobas, en el fondo son despectivas. Menosprecian a gentes que alcanzaron desarrollos culturales y tecnológicos muy notables: a los pufólogos no les parece posible que estos indios de las montañas construyeran una maravilla como Machu Picchu.

A veces escucho que ese tipo de explicaciones sobrenaturales son más seductoras, más abiertas, más ¡poéticas! Dicen que bueno, que serán un poco fantasiosas y no muy rigurosas, pero que tampoco les convence mucho la ciencia porque les parece sosa, rígida, aburrida, y tampoco conoce toda la verdad. Estoy seguro de que no han atendido a las explicaciones de un buen divulgador, porque la ciencia, con sus ignorancias y debilidades, es una fuente de historias fascinantes.

El guía de la visita a Machu Picchu, un divulgador estupendo, explicó las funciones de la Intihuatana: una piedra cuyos ángulos, orientaciones y juegos de sombras la convertían en un calendario solar, una herramienta con la que los astrónomos calculaban las estaciones del año y guiaban a los agricultores.

-Dicen que si acercas la mano a la Intihuatana, te cargas con energía positiva –contó al final-. Quizá ustedes no noten nada. Bueno, puede deberse a que por este lugar pasan 3.500 personas diarias, y seguramente se han llevado ya todas las ondas. Pero tranquilos: hay un sitio en Machu Picchu que da siempre mucha energía y eso está garantizado.

Señaló al fondo del valle, donde el río Urubamba serpentea entre montañas, a unas tuberías y unos postes que atraviesan la ladera. Allí está el gran punto de energía:

-La central hidroeléctrica de Machu Picchu.

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